lunes, 17 de septiembre de 2012

1º capitulo




Me encuentro frente a la entrada de Pórtuan, ante mí, unos enormes portones de madera maciza y detalles de plata, que incrustados en ella, forman el emblema de Sastaga. De un grosor de veinte puertas y envuelta en hierro forjado, parece como si no pudieran ser destruidas jamás. Circundada por una muralla que se elevaba a gran altura.  Detrás dejaba el largo y difícil camino para llegar hasta allí. Pórtuan conocida como el centro de toda la región, o “Ciudad de Reyes”. Se ubicaba en un valle, rodeado de montañas de difícil acceso, el único camino posible era una pequeña abertura donde se situaba la entrada y el muro.
Por fin, me encuentro junto a la capital de Sastaga. Nada más llegar diviso a unos guardias que custodiaban el portón.
-           ¿Quién eres y qué quieres? - Preguntó uno de los guardas.

-          Soy Mertián, procedo de las costas del río Celma, y seré el mejor rey que jamás haya tenido Pórtuan.

Los centinelas al escuchar semejante respuesta no pudieron evitar soltar unas carcajadas.

-          ¿Ah, sí? no esperábamos tal respuesta – Se sorprendieron y dejaron de reírse. Los ojos de aquel hombre mirándolos fijamente les hizo enmudecer. - ¿Nos  puedes decir como serás capaz de conseguir tal hazaña? El actual rey de Pórtuan es un caballero honorable, de sangre real y familia directa de los constructores de la maravillosa ciudad a la que quieres acceder.

-          Y no creo que quiera dejarle su puesto a un viajero recién llegado. – responde el otro guarda mientras ambos se miran y sonríen a la vez.

Mirándolo con detenimiento, solo podían ver un hombre alto, su espalda eran anchas, una estructura corpulenta pero visiblemente consumido, en sus brazos se le notaba el desgaste del viaje, escuálidos pero musculados. Un rostro inquietante con cejas pobladas, pómulos resaltados a causa de la delgadez y unos ojos azules como el hielo que transmitían una inquietante seguridad al pronunciar sus palabras. Su aspecto no se adecuaba a la indumentaria que le envolvía, vestido con unos trapos cubriéndole todo el cuerpo, solo dejando ver una pequeña espada corta en la cintura y un macuto, cosa que parecía ser su único equipaje. No creían que el viajero que tenían frente a sus ojos fuera a prosperar dentro de la mejor ciudad construida en el reino.

-          Para poder entrar, necesitas una carta sellada por uno de los señores de las ciudades de Sastaga, o bien dejar tus armas en la entrada. Ordenes reales.

No muy contento, Mertián se quita de su cinto la espada, la que le había permitido llegar con vida hasta aquel lugar. Le enseña su macuto a uno de los guardias para comprobar que no dispone de más armas y se adentra en la ciudad.

-          Cuídamela, pronto tendrás que devolvérmela y pedir disculpas por el trato otorgado a mi llegada.
Al atravesar el portón se topó con otra muralla, esta vez mirando hacia los lados, contempló que se alejaba en ambas direcciones bordeando el filo de las montañas y dejando un pequeño camino entre las barreras que protegían la ciudad y la pared de piedra.

No obstante, Mertián tenía claro cuál era su objetivo y después del duro viaje que había atravesado no se quedaría en esas puertas.

-          Se me olvidaba. ¿Podríais decirme el lugar más cercano para alojarme, provisionalmente, y descansar del duro viaje que no seríais capaces de realizar? – les dijo en tono burlón. Los rostros de los centinelas se enfurecieron.

-          Sigue por la calle principal, cuando te encuentres con la fuente, gira a mano izquierda y en la segunda casa puedes preguntar, es una de las mejores posadas que se puede encontrar en Pórtuan, se llama “la Manta Gris”. Es un lugar frecuentado por tipejos como tú, que están de paso y que no esperan quedarse mucho tiempo. – se pausó para mirar a su compañero. - No creo que tengas problemas, últimamente no tenemos muchos visitantes del exterior. Como bien dices “es un camino hecho para valientes”- ironizaba - y si estás pensando en quedarte un largo tiempo es posible que encuentres a personas que te servirán de ayuda.

-          Muchas gracias. Por cierto, recordad mi nombre, soy Mertián. – espetó el peregrino.

-          Yo soy Loriat y mi gracioso compañero es Marti, si no encuentras la posada vuelve y te escoltaremos, tendremos que ganar puntos con el futuro rey. – Marti no pudo evitar reírse- no nos moveremos mucho de aquí, y nos gustaría escuchar cuales son tus planes para acceder al trono…

Caminando por la ciudad, Mertián no podía dar crédito a lo que veían sus ojos, la ciudad no se parecía a las historias que circulaban sobre ella, parecía un enorme laberinto, cientos de calles estrechas que se extendían a los lados de la calle principal por la cual le habían indicado. Casas enormes de dos plantas, fachadas adornadas con flores, tiendas con letreros indicando qué ofrecían a los ciudadanos.
A lo largo del camino, que no se extendió más de cinco cruces de estrechas calles, pudo distinguir la fuente que mencionó Loriat. Una fuente grande, con figuras de piedra talladas dentro, y una estatua en el centro con una forma extraña, algo parecido a un dragón, pero no llegaba a comprender si era un dragón o algún animal mitológico que no conocía.
Desde la fuente, no se había percatado que había dejado tras de él una torre. Los edificios altos por los que había caminado no le dejaron ver la atalaya, le llamaba la atención no haberse fijado al entrar. Se extendía a más altura que el resto de edificios, estaba convencido que desde la parte alta podía ver el resto de la ciudad, incluso mas allá de las montañas, su peculiar forma, con solo ventanas en la estructura y una forma extraña en la parte mas alta. No dudaba en que seria uno de los lugares para visitar después de encontrar alojamiento.  Llegado a la fuente, tomó el giro a la izquierda como le habían indicado. Se acercó a la segunda casa, ya desde lejos podía ver el cartel con el nombre “La Manta Gris”.
Nada mas llegar a la entrada, la puerta se abrió quedando a un palmo de que le golpeara el rostro y dejando salir de ella una dama, al parecer algo enfurecida con larga cabellera rubia que no permitió verle nada mas que el rostro ligeramente, de la rapidez con la que se dirigió hacia la calle, desapareciendo al instante en un abrir y cerrar de ojos para su desgracia.
-          ¿Disculpen, se puede entrar? Preguntó al caballero que se encontraba justo detrás por donde acaba de salir la hermosa dama. – el hombre tardó en girarse.
Detrás del mostrador se encontraba un señor superficialmente mayor, por su aspecto debía de ser el dueño de la taberna. Su semblante así lo dejaba entrever. Un individuo con poco pelo en la cabeza, eso sí, algo de pelo le rodeaba las ideas. Un bigote cuidado y grandes cejas era el pelo que le identificaba. Más allá de esos detalles podríamos decir que era un tabernero convencional. Una barriga grande a causa de su cata de género y un delantal blanco con manchas grasientas, harían el distintivo de sus funciones  entre  cocinero y encargado del bar.
-          Adelante, sea bienvenido a “la Posada de la Manta gris” ¿En que podríamos ayudarle?
Al entrar en la hospedería, Mertián pudo observar las dimensiones del lugar. Dividida en cuatro plantas, la planta de abajo fácil de ver, con la recepción, una cantina con unas cuantas mesas, una barra y un pequeño escenario, donde se presumía que tendrían algún tipo de diversión para los huéspedes. Todo decorado con cortinas color gris y plata y adornos que serian típicos de Pórtuan, ya que los había visto por el camino, en las fachadas de las casas. La segunda y la tercera planta debían de estar destinada a los dormitorios individuales, y en la ultima planta solo se podían contar seis puertas, allí era donde quería dirigirse, para poder descansar.
-          Buenos días, me llamo Mertián, ¿les quedan habitaciones libres? – sólo le importaba descansar y recuperar fuerzas, había sido un largo camino y disponer de alojamiento era la prioridad.
-          Por supuesto, actualmente disponemos de varias habitaciones individuales y una con baño incluido que acaba de quedarse libre en la cuarta planta. – le contestó el hombre con la voz ronca mientras se servía un vaso con un liquido de color ocre que olía estrepitosamente mal. - ¿Podríamos saber por cuánto tiempo desea hospedarse en nuestra “humilde” posada?

La información facilitada por el dueño no pasó desapercibida a oídos de Mertián que, sin poder reprimir su incansable curiosidad por averiguar mas sobre la dama que acaba de salir, preguntó.
-          La habitación que ha quedado libre, ¿pertenecía a la dama que salió un instante antes de que llegara?
-          Si, tuvo que salir de repente, dijo que no volverá en un tiempo. ¿Entonces le reservamos la habitación con baño?
A Mertián todo aquello le parecía extraño, había reconocido algo en aquella dama que le resultaba familiar.
-          Si, me quedo con la habitación con baño.
-          Muchas gracias señor, el precio de la habitación constara de tres monedas al día o diez semanales, las comidas incluidas. ¿Como desea hacer su pago?
Sacó una bolsa que tenia enganchada en la parte de atrás de su cinto, de dentro cogió diez monedas y se las entregó al tabernero.
-          Serviremos la comida dentro de una hora, la cena se sirve a al ponerse el sol y para cualquier otra cosa puede hablar con Vyc, es la mujer que puedes ver detrás de la barra. – dio un trago a su vaso. – Adelante.
Detrás de la barra se encontraba una mujer de cabello rojizo como la sangre, de hermosos ojos color miel y una sonrisa pulida cuidadosamente. Su figura era esbelta  hasta donde se podía ver, tapada por la barra, el resto se dejaba para la imaginación.
No pudo resistir acercarse para presentarse pero en ese instante el mesonero le extendió la mano con la llave de su habitación y le preguntó si deseaba que le acompañara. A lo que Mertián con un sutil gesto respondió que no hacía falta, podría bajar dentro de una hora, lo importante era descansar.
Ya en su aposento, en lo alto de la fonda, pudo disfrutar de las comodidades que le ofrecía “La Manta Gris”: una cama amplia junto a un cómoda, una silla con una pequeña mesa junto a la ventana, con vistas al centro de la ciudad, baño personal, un anaquel  con libros de todo tipo y un pequeño arca a los pies de la cama que le permitiría guardar sus objetos de mayor valor.
Una vez ya acomodado en su habitación, depositado sus posesiones y sentado en la silla junto a la ventana, contempló las vistas de la capital. No era el punto mas elevado de la ciudad ya que en el centro de la ciudad se podía divisar un gran edificio que debía de ser el palacio del rey, rodeado por edificaciones de gran calidad y todo ello envuelto de murallas y fuertes medidas de seguridad. De la misma manera había visto la enorme torre de extraño tejado.
Asimismo desde la ventana podía contemplar que en la parte mas alejada por detrás de la fortaleza, se elevaba otra atalaya igual a la que había visto de camino pero con un carácter diferente en su tejado. Al sacar la cabeza por el canto de la ventana, logró ver que en el tramo contrario por donde había venido se encontraba otra torre con distinto estilo. Eran un total de tres las torres que había visto desde su llegada a la ciudad. Cada cual con formas diferentes en su segmento más alto, debían de tener alguna función.
Después de quedarse dormido en la gran cama y haber reposado durante cinco horas, hizo tiempo hasta la hora de la cena, el sol comenzaba a bajar y se quedo contemplando la ciudad desde el hueco. Cuando el sol ya se estaba escondiendo y regalaba sus últimos rayos de luz, se dispuso a bajar a la tasca para poder comer algo en condiciones, durante su camino solo se alimentó a base de cecina y animales cazados.
Al salir por la puerta fue cuando se dio cuenta de que se dejaba su bien mas preciado, un anillo de madera y oro con dos piedras de jaspe incrustadas. Ya en su poder, bajó al bar para alimentarse, nada más llegar se encontró con Vyc de espaldas mientras servía unas mesas.

Mertián se encaminó hacia ella para pedirle una mesa. A menor distancia entre ellos, mas se fijaba en la silueta que no pudo ver al llegar, ya que le tapaba la barra. Ante él una figura garbosa, con un delantal acorde con la decoración de establecimiento y esos movimientos… era de esperar que todos los comensales de la posada esperaran ansiosos su presencia.

-          Buenas noches ¿le puedo ayudar en algo?- se expresaba de manera arrogante. La damisela se había dado cuenta que el hombre que acababa de llegar al mesón estaba mirando insistentemente a sus pies, algo que le aturdía, pues los huéspedes que frecuentaban el lugar no solían fijarse en ellos sino en partes elevadas a la vista. - Si mira tan abajo podría tropezarse.

Mertián avergonzado no pudo eludir sonrojarse, desde el inicio del viaje no había cruzado palabra alguna con ninguna mujer. – Disculpe, no pude evitar interesarme por el motivo de la ausencia de su calzado.

La joven se quedo mirando el semblante de ese hombre desconocido, que no había visto ninguna vez por la taberna. Un rostro que escondía algo mas allá de lo que notaban sus ojos, unos labios cortados a causa del frio, un pelo grasiento y desaliñado a causa de la falta de cuidado, una cicatriz en la nariz sin estar totalmente curada, debía ser por el largo viaje que había atravesado, pero en sus ojos se podía contemplar algo, una mirada que trasmitía todo lo contrario a su rostro. Sintió por su estomago la curiosidad, como alguien así había terminado en una taberna para viajeros solo de paso, y porqué se fijo en ese detalle.

-          Muy observador, se trata de una costumbre del lugar del que procedo, no te corresponden los detalles. – contestó siendo aun más arrogante que en su presentación. - ¿Estás de paso? No te había visto por aquí, ¿se hospedará solo unos días o largo tiempo? – ella seguía limpiando mesas mientras le hablaba ya sin mirarle.

-          Espero quedarme unos días en la taberna y encontrar hogar en la ciudad, tengo asuntos muy importantes de los que ocuparme en el reino y no le interesaran los detalles. ¿Podría decirme donde me puedo sentar para comer algo? llevo sin probar bocado días y el hombre de la entrada me informó que es la encargada de la cantina.

Vyc le condujo a una mesa cercana a la barra, él se sentó en la silla que ya mas amablemente le indicaba con la mano.
-           Seria muy amable si me sirviera algo parecido a aquella mesa.- le indico con un gesto de cuello. No le había sentado muy bien la arrogancia desprendida por la empleada. - Y cuando tenga tiempo me gustaría saber más sobre sus costumbres. Soy muy curioso, como se habrá dado cuenta.

A la hora de la cena el lugar se llenaba de gente, los que tenían habitación en la posada bajaban para no quedarse sin sito. Una vez terminado el horario de cocina no se servía nada más que bebida. También se encontraban allí habitantes cercanos al lugar, que tomaban copas después de comer en sus casas y que se quedaban hasta bien entrada la madrugada, podríamos decir que la taberna “La Manta Gris” era una de las mejores de Pórtuan y a consecuencia siempre disponían de clientes.

Dispuesto a llevarse a la boca el primer bocado en días, pudo prestar mejor atención al local, con las prisas de descansar no se fijó en lo grande que era el parador. Desde el lugar donde se encontraba, podía ver el pequeño escenario que tenía al final del mostrador y que ocupaba un lateral del edificio, por encima de la cantina, los pasillos donde se encontraban las habitación, tenían unas vistas de todo el bar y gracias a ello los días que la taberna estaba a rebosar, se ocupaban para sacar un asiento del cuarto y ver desde la puerta las actuaciones que amenizaban algunas veladas. No obstante y reflexionando sobre el lugar solo podía pensar en la ciudad.

Al poco tiempo de sentarse Vyc apareció con un bol lleno de sopa y un plato con quesos variados de la ciudad. – Lo sentimos pero se nos ha terminado la carne de buey que tomaba el señor, así que le he traído lo mejor de lo que disponemos. No se acostumbre, no entra en la tarifa de la posada. – miró de reojo y al contactar con la mirada de él, le giño un ojo con una sonrisa cómplice.
-          Me parece bien, pero que no se vuelva a repetir – contesto Mertián en tono bromista - espero que para recompensarme por las molestias me acompañe con el tentempié y de paso me cuenta las costumbres de la comarca de donde procedes además, me gustaría preguntarle algunas cosas sobre la ciudad que me tienen intrigado.
Su sonrisa se escondió para dejar paso a otra expresión: Asombro.

-          No puedo quedarme, tengo que atender el establecimiento, soy la encargada y no puedo pararme con todos los clientes. Cualquier persona que se encuentre en la posada podría servirle de más ayuda que yo, podemos decir que soy una recién llegada como vos y, mas, para saber cosas sobre la ciudad.

En ese instante apareció por la entrada un hombre corpulento con una armadura de color plateado, un casco de metal del mismo tono que la indumentaria y con la insignia de la ciudad grabada en su dorso, el casco no tenia visera ni nada que le cubriese la parte de la cara, eso le permitía mayor visibilidad y una manera rápida de reconocer al individuo, un personaje de mediana edad, una barba de color negro como el carbón y un bigote blanco un poco curioso que le resultaba familiar.

Se trataba de Loriat, la primera persona en conocer fuera de la ciudad. Con un gesto rápido levantó la mano y le invito á unirse a su mesa, ya que solo conocía a cuatro personas en todo el lugar.

Al acercarse Mertián vio su espada en el cinto del caballero al lado de la reglamentaria y que llevaban todos los soldados leales al soberano.

-          Buenas noches, le veo con algo mejor de aspecto- Loriat no pudo evitar volver a fijarse en la vestimenta,  ya se le notaba más descansado, pues no tenía tan sobresaltados los pómulos, y sus facciones ya no eran tan extremas. Después de medio día de reposo  la persona que entró esa misma mañana a la ciudad ya no existía, no se le notaba que hubiese atravesado el camino que conducía a la entrada de la capital. Ya no llevaba los trapos, en su lugar podía ver una camisa de algodón de color ocre, un pantalón de cuero  y lo que mas le llamaba la atención, una cota de malla ajustada que le asomaba y solo se le veía por la parte del cuello. -¿Ya se te han quitado las ganas de ser rey?- dijo en tono burlón.  

-          Según tenía entendido no se moverían durante un rato de la entrada. ¿Ya os dais por vencidos y vienes a pedirme perdón y a suplicar un ascenso?

Aquellas palabras le parecieron graciosas a Loriat.

-          Jajaja nada de eso hombre, puedes tutearme, creo que soy la primera persona que has conocido, por lo tanto te mereces algo de cordialidad - él no dudaba que fuera mala persona, lo que vio en sus ojos no le transmitía buenas sensaciones pero si la suficiente confianza para ser de fiar, no hacia ni medio día que se conocían y parecía que se conocieran de toda una vida- , si lo que cuentas es verdad tendrás que tener algo bueno para progresar en el reino. Además de momento no eres rey y hasta que llegue ese día podre hablarte de tu, también llevo una espada por si te vuelves peligroso. ¿Qué te parece si te presento a algunos habitantes?

El viajero necesitaba conocer gente, accedió al trato y desde entonces formaron una gran amistad.

-          Al fin y al cabo, para ser rey tienes que tener gente a tu lado y alguien de la guardia podría serte de gran ayuda. – comentaban mientras tomaban una bebida.

-          ¿Qué hace un custodio de las defensas en un lugar como este? ¿No os pagan demasiado bien como para tener una casa propia?

-          Me temo que andas mal encaminado, defender la capital es todo un honor para sus habitantes, la gran mayoría de soldados son voluntarios. El rey nos otorga una vivienda y manutención.

-          La ciudad parece bastante grande como para que todos los guardas tengan una propiedad.

-          Las personas que no tiene hogar y forman parte de la protección viven en barracones junto a las murallas interiores y los que ya tenemos vivienda propia podemos escoger. Yo personalmente prefiero mi hogar.

Mertián no podía contenerse, pero tampoco quería avasallar le a preguntas, acababan de conocerse y no era el momento de poner todas las dudas sobre la mesa. Pero sí preguntó por lo que mas le llamaba la atención de la ciudad.

-          ¿Podrías contarme algo sobre las tres torres que pude ver desde la venta de mi habitación? Me ha llamado la atención las distintas formas de sus tejados.

El centinela se echo a reír, parecía que le hacía gracia la curiosidad desmesurada que desprendía.

-          Eres un tipo divertido.- dijo con media sonrisa. - ¿Tres torres? ¿Querrás decir cuatro? Son cuatro torres de vigilancia privada del rey, están orientadas a los puntos cardinales, norte, sur, este y oeste respectivamente te puedes ubicar mirando las puntas, por eso son diferentes, cada una tiene la forma de la dirección en la que apunta, es posible que vieras desde tu habitación las que apuntan al norte al este y al sur. – le señaló sobre un trapo el lugar en el que se encontraban y la ubicación de la taberna. Y poco mas puedo decirte de ellas, nadie sabe lo que se guarda en su interior, se utilizan para observar desde las alturas. Conocemos a los guardias que se ocupan de su vigilancia, forman parte de un grupo reducido y específico que las protegen, por si te interesa algo más de información.

-          Muchas gracias, pero si la ciudad esta construida a lomos de una colina y está rodeada por montañas, ¿no sería mejor poner las torres en las montañas o simplemente vigilar desde la muralla? he de reconocer que los muros parecen muy seguros y el camino que lleva a la entrada es bastante peligroso.

El acceso a la ciudad era complicado, la colina en la que se situaba estaba rodeada de montañas escarpadas y unas paredes de roca de difícil escalada, gracias a la localización, la ciudad gozaba de una defensa natural contra los ataques exteriores. La única forma para llegar era un camino que atravesaba las montañas.

-          Desde su construcción Pórtuan solo ha sufrido un par de ataques contra las murallas, y digamos que no han tenido mucho éxito, hemos de reconocer que es muy seguro vivir dentro. Puesto que nací en la ciudad no se como será la vida fuera de los muros, la gente no tiene costumbre de salir, los únicos que vemos salir por la puerta son los mercaderes o los viajeros que están de paso. Lo tienes que saber mejor que yo. ¿no te encontraste a nadie durante tu marcha?

A Mertián le parecía extraño tanto fisgoneo por el exterior, la manera de hablar y la curiosidad que despertaba. Llegó a la conclusión de que Loriat deseaba salir de la ciudad.

Después de la conversación y la cena que compartieron, el vigía tuvo que volver a su puesto no si antes presentarle a un par de personas de la taberna para no dejar lo solo. Mertián se quedó durante un rato hablando con las personas que le habían presentado, pero no podía dejar de observar a Vyc y sus curiosas costumbres.

A lo largo de la noche la camarera pudo acercarse varias veces a la mesa donde se encontraba, por más que él insistía en que se uniera, ella la daba negativas. Renunciando a su objetivo y antes de marcharse a su habitación se acercó a la barra.

-          Me temo que esta noche no ha sido posible averiguar cual es esa práctica, pero creo que no durare ni un día así. – llevaba sus botas de cuero negro en la mano y ella no pudo evitar sonreír. - ¿Será posible que algún día de estos podamos salir de aquí? Mis “contactos” – haciendo referencia a los hombres de la mesa. - en la ciudad me han proporcionado unos lugares que debería visitar, si te es mas cómodo podemos ir los dos así. – replicó las botas como si fueran campanas.

La encargada estaba acostumbrada a que los clientes le invitaran a salir, pero era una chica decente y nunca había aceptado ninguna petición. Aquel hombre tenía algo inquietante.

Sería la primera impresión que le causó, se fijó en un detalle que una persona normal no se daría cuenta, sus pies descalzos. Pero aquel hombre de mirada misteriosa era diferente a los demás.

-          No hará falta que te descalces, aceptaré con una condición, demuéstrame que eres de fiar. La ciudad esconde un secreto sobre mí, si eres capaz de averiguar de qué se trata, aceptaré gustosamente salir de la taberna y te contaré las historias que quieras saber.

Mertián aceptó y sellaron su acuerdo con un apretón de manos. Ella comprobó lo fuertes que eran sus manos, robustas y duras pero a la vez suaves como las de un niño que no las ha utilizado nunca las manos para nada más que jugar.

Pasaron unos días de su llegada a la capital. Se sentía en plena forma, su cuerpo recobró su forma habitual. Visitó los lugares recomendados, la entrada al palacio del rey, que contaba con un muro parecido un poco menos grueso y de una altura menor al que cubría toda la ciudad, pero le aseguraba una protección extra para evitar sustos innecesarios. Soldados en la puerta principal y en lo alto de la muralla más hombres que custodiaban la seguridad del interior, lanceros con armaduras como las de Loriat y Marti, pero mejor preparados que los vigilantes de la puerta a la ciudad.

Hasta donde pudo ver, en un instante que las puertas se abrieron, Mertián se asombró de los lujos que gozaban en el interior. Preciosos jardines rodeaban un estanque de aguas cristalinas, al final de un camino se situaba el edificio principal del rey, una construcción de piedra pulida perfecta se alzaba por encima de los muros, el edificio estaba construido en dos partes, cada parte podía medir tranquilamente la misma altura que la taberna. Entre medio de las dos partes una terraza daba al patio donde se encontraban los jardines. Si nada más llegar a la ciudad le pareció una ciudad increíble, con lo que tenía frente a sus ojos se quedó ensimismado. Solo pudo verlo por un instante ya que frente a él, las puertas se cerraron.

También visitó las cuatro torres, desde la lejanía ya sabía que eran altas, pero una vez frente a ellas disipó todas sus dudas, eran los edificios más altos de la ciudad. Las torres eran iguales exceptuando los tejados. Una entrada como al parecer todos los edificios importantes de la ciudad, custodiada por varios soldados que conservaban la seguridad y en el que uno de ellos parecía ser el encargado de la torre, en la coraza, a su espalda, tenia grabado el signo que brillaba en lo alto de la torre.

 Ventanas a lo largo de la estructura que se alzaba sobre su cabeza y al final, un pequeño balcón que bordeaba toda la torre. Estando tan cerca se dio cuenta que encima de las puertas había grabado un escrito que no comprendía.

Se dirigió a preguntarle al soldado de la marca en la espalda.

Era un soldado fortachón, de cintura estrecha, parecía que fuera un hombre totalmente distinto. el yelmo cubría la totalidad del rostro, debido a ello, Mertián no obtuvo más datos sobre aquel hombre.

La defensa del reino se diferenciaba en dos grupos bien distinguidos. Se podía decir que un grupo pertenecía a la guardia de las torres, armaduras de metal oscuro como el carbón, con matices plateados en la parte inferior de la armadura y en el guantelete, capas azules como el mar en sus últimas horas de la noche, con ribete del mismo color que en la indumentaria.

El otro grupo pertenecía a la protección del reino, sus armaduras eran totalmente plateadas, de metal pulido por expertos forjadores del metal. Sus capas eran de color negro ribeteadas por el azul oscuro de las capas de los protectores de la torre.

-          Perdone, soy Mertián, hace varios días que llegue a la ciudad y me han recomendado visitar este lugar para aprender la historia de la ciudad, pero no comprendo el significado de lo que está escrito encima de la puerta. ¿Sería tan amable de ayudarme?

El Soldado ni se molesto en girarse.

Al ver que no se giraba, insistió. – Perdone ¿Podría ayudarme? Soy nuevo en la ciudad, estoy intentando conseguir información sobre la historia de la ciudad. “quizás los soldados de las torres no sean muy lucidos” pensó Mertián. – por favor, sería tan amable…

A lo que el soldado se giró y le golpeó con el antebrazo. De un empujón, cayó contra el suelo.

Con gesto de dolor Mertián alzó la vista hacia su agresor, con la mirada desafiante por la humillación a la que había sido sometido, se levantó. Tubo que reprimirse de devolverle el golpe, se trataba de un soldado de la guardia real. El oficial de la torre se dirigió hacia a él con postura desafiante.

-          La historia de las torres no son para tipejos como tú, son para nobles de la ciudad. Una rata no merece la historia de esta gloriosa ciudad. Y si no quieres recibir una paliza lárgate de mi vista, puedes dar una vuelta por otros lugares.

Su mente no podía dar crédito a lo ocurrido, la primera salida de la taberna y ya se había buscado el primer enemigo. Después de aquellas palabras no dudó ni un instante en retirarse, la voz profunda de aquel soldado se le había quedado grabada en los oídos. Una voz grave, profunda, imponente.
No dejaba de repetirse aquellas palabras en su ánimo.”La historia de las torres son para los nobles”
Tras aquel incidente se le quitaron las ganas de visitar más lugares, con lo que se dirigió hacia la posada a tomar algo. Ya había llegado la hora de comer. En aquel lugar le esperaría Vyc, era la única de las personas que conocía, capaz de hacerle pasar el tiempo más deprisa.

Cuando llegó a la taberna, ella no se encontraba en la cantina. Mertián se dirigió hacia el tabernero que se encontraba en la recepción. – perdone, ¿que no se encuentra Vyc? – le parecía extraño que no estuviera en su lugar de trabajo, como bien le había comentado, en una de las tardes que se paso intentando sacarle información, raras veces se ausentaba de su puesto de encargada.

-          Hace ya un rato que se ha marchado a comprar zanahorias y patatas para la cena de esta noche, es extraño que aun no haya regresado. Saldré a buscarla.

Como buen caballero le puso la mano en el mostrador y no se pudo contener.

-          ¿Quiere que vaya a buscarla yo? Si me dice donde se encuentra el lugar puedo ir en un momento, así usted no tiene que dejar su taberna abandonada.

El dueño dudo por un instante, pero al final acabo accediendo. – La verdulería se encuentra nada más salir a mano izquierda, cuando llegues a la fuente rodéela, sigue un par de calles y encontraras fácilmente la tienda.

Una vez asimilada la información se puso en camino siguiendo las instrucciones que le habían dado. Rodear la fuente, “sigo sin saber qué tipo de animal es el que esta tallado, cuando vuelva a la posada le preguntare al tabernero”, siguiendo el camino se encontró, en uno de los callejones la figura de una mujer tirada en el suelo.

-          Ese cabello rojo….  VYC!!!!


FINAL PRIMER CAPITULO


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2º Capitulo.

3º Capitulo.

1 comentario:

  1. vaaaaa deja de hacerte el duro cabezon, acaba el tercer capitulo y susbe el segundo, qe de momento tiene buena pinta!!!

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