domingo, 23 de septiembre de 2012

2º Capitulo



Vyc se encontraba extendida en el suelo, con la ropa rasgada, nada más llegar hasta donde se encontraba Mertián se agachó a cogerla y observó que su mejilla estaba rojiza a causa de un fuerte golpe, haciendo una ojeada rápida, no encontró ninguna herida visible. Vyc no reaccionaba ante su presencia.

-          ¿Qué te ha pasado? ella, responde. – ante la inexistente reacción de la chica, Mertián empezó a zarandearla para que reaccionara, sin efecto.

Tras varios minutos sin reacción, al fin abrió los ojos. Ella intentaba levantarse pero Mertián la sujetaba.
-          Es mejor que no hagas esfuerzos, estoy aquí para ayudarte. ¿Qué te ha pasado? Tienes la cara hinchada – no podía dejar de pensar en lo que le había ocurrido.

Al recordar lo sucedido, se puso a temblar, encogiéndose sobre el pecho de Mertián, entre llantos y con un hilo de voz tenue pronunció.

-          Me han robado, y abusaron de mí. Por favor Mertián no me dejes sola. - tras esas palabras, se echó a llorar junto a su pecho.

-          ¿Quien ha sido? – respondió Mertián de inmediato – te ayudaré, pero primero déjame llevarte a tu casa para que descanses. – al ayudarle a incorporarse, se fijó en que cojeaba.

-          Me encargaré de decírselo al tabernero. Y después encontraré al culpable.

La ciudad no se caracterizaba por tener muchos robos, las incidencias en el interior eran muy escasas, por no decir casi inexistentes, de vez en cuando ocurrían algunos robos pero en sí era muy segura. Los habitantes acusados de robo, eran expulsados automáticamente de la ciudad. Loriat ya le había advertido sobre las leyes que regían en la capital.

Cuando se dirigían hacia casa de Vyc, recomendó parar en la taberna para recuperar fuerzas, ya que ella no podía mantenerse en pie.

Llegando a las puertas de “La manta Gris”, vieron como unas personas se amontonaban en la entrada, entre ellas, se encontraba una persona que había conocido esa misma mañana.

-          Vyc!! – se escuchó entre la aglomeración.

Todos se giraron y fijaron sus miradas en la chica, de entre ellas un soldado se adelantó hacia ellos.

-          ¿Qué ha pasado? ¿Qué le has hecho? – dirigiéndose a Mertián con claros síntomas de preocupación en el rostro.

Esa persona le resultaba familiar, sabía que no era la primera vez que lo veía. Se trataba del guarda de la torre en la que había estado por la mañana. No podía creer que aquella persona que parecía tan fiera, en esos momentos de repente fuera tan frágil y  vulnerable.

-          No le he hecho nada, fui a buscarla y la encontré tirada en el suelo.

-          Sal de aquí indeseable. – con un fuerte golpe, el guarda le arrebató de su apoyo a la chica obligándolo a retroceder varios pasos hacia atrás. – no quiero verte cerca de ella, ¿me he explicado con claridad? Si no eres capaz de alejarte yo mismo te cortaré la cabeza. – con ira en su voz y fuego en sus ojos, aquel hombre se alejó con la chica hacia el interior de la posada.

Mertián quedó paralizado por lo ocurrido. Muchas preguntas se le pasaban por la cabeza.

 “¿Qué relación tenía Vyc con el guarda de la torre? ¿Por qué tanta gente se amontonaba en la puerta de la posada?” y la más importante “si llevaba a Vyc a su casa ¿Por qué creerían que le había hecho algo?”

Tras el pequeño incidente, se dirigió a su habitación, sin saber el porqué de la reacción del guarda. Y con la incertidumbre de cómo se encontraría Vyc.

Pasaron varios días sin noticias sobre el estado de la chica. Sin muchas cosas que hacer, Mertián paseaba por la villa, algunas tardes iba a hablar con Loriat a la puerta de la ciudad, otras visitaba a las personas que había ido conociendo y le habían ido presentando, Graman el herrero, Silve dueño de una pequeña granja junto a un extremo de la ciudad y Muna que se pasaba mucho tiempo en “La Manta Gris”. Al parecer era un caballero adinerado, gozaba de buenos ojos en la corte ya que era poseedor de varias tiendas de la ciudad además de ser el jefe de Graman que trabaja en su herrería, la daga de hierro negro.

Antes de irse cada noche a su habitación Mertián se quedaba un rato hablando con el posadero. La taberna funcionaba bastante bien, sin llenarse cada noche, pero con suficientes clientes. Era extraño no verla detrás de la barra pero en su lugar se encontraba el dueño de la taberna. Ese debía de ser el motivo por el cual no tenían clientes.

-          Últimamente no se llena mucho. – se dirigía Mertián al tabernero.

-          Probablemente los dos sepamos cual es el motivo, pero hasta que se recupere nos apañaremos con la clientela de toda la vida.

-          Desde que llegó Vyc la Manta gris se ha ido convirtiendo en uno de los mejores locales para los visitantes, con su llegada, la cantidad de clientes subía a medida que pasaban los días.

-          Mertián se echó a reír. – te recomiendo una peluca y un par de retoques, así quizás no se note la diferencia y vuela a llenarse. Aunque yo dejaría de venir.

Los dos se echaron a reír. – será mejor que suba a la habitación o mañana no me verás a la hora del desayuno. – antes de irse el tabernero cogió a Mertián del brazo. – ten cuidado con el guarda de la torre, puede llevarte problemas en la ciudad.

Mertián se dirigió a la habitación pero con las palabras aun frescas en la mente, no podía conciliar el sueño. Hasta que al pensar en Vyc no pudo evitar entrar en un sueño profundo.

Una tarde tras varios días del accidente, Mertián se encontraba hablando con Silve en “La Manta Gris”. Deberían de haber como unas veinte personas, era un día de los que ofrecía un espectáculo con músicos que tocaban para amenizar la noche.

Hacía poco que Silve y el se conocían. Pero habían tenido largas conversaciones, aquellas noches en las que esperaba a que aparecería Vyc. No se puede decir que fueran amigos, pero si podían asegurar que tenían una buena relación. Los dos tenían mucho en común. Eran extranjeros y a los dos les parecía interesante la historia de la ciudad, Silve también había llegado con intención de prosperar.

Silve llevaba cinco años en la ciudad y eso le había supuesto conocer más a fondo la capital. Por eso Mertián le interesaba todo lo que le contaba, así podía obtener más información.
Aquella tarde habían estado conversando sobre la granja de Silve.

-          ¿Por qué decidiste venir a Pórtuan? Aquella pregunta dejó descolocado a Mertián. En las pocas semanas que llevaba en la ciudad ninguna de las personas con las que había hablado le habían preguntado por su lugar de origen.

-          Nunca te hemos oído hablar sobre tu procedencia, si tienes familia, o quizás eres alguien importante fuera de la capital. – seguía hablando Silve. Ante la cara de asombro de Mertián.

-          La verdad. Algún día os contare mi viaje, pero de momento me lo guardaré para mí. – respondió Mertián. – no sabía que los granjeros fueran tan fisgones sobre la vida de los viajeros.

-          No somos tanto, pero si con las personas cercanas, que además, esconden secretos. Al parecer alguno tienes que tener. –  el día que conoció a Mertián, se fijó en su aspecto, ya que sus ojos azules resaltaban sobre el resto de su rostro y detrás del pelo que le cubría parcialmente la cara, tenía el cabello gris plateado como la hoja de su espada, de la cual nunca se deshacía, melena larga sobre los hombros. Respecto a su aspecto era lo que mas llamaba la atención.

 En cuanto entabló conversación con él, supo que era una persona misteriosa. Muy amable y bien educado, con buenas formas ante personas con estatus superior al de él.

Aquella velada terminó con Silve aun más intrigado por la historia de Mertián, y al viajero sin noticias de Vyc.

A él no le correspondía ningún estatus dentro de la ciudad, se trataba solo de un viajero de paso. Hasta que no fuera inscrito en el registro, no podía gozar de todos los servicios que esta ofrecía a sus habitantes, tales como la asistencia a banquetes, que se realizaban a lo largo del año, fiestas conmemorativas por las batallas ganadas del ejército, así como el pase al interior de la zona central. Un lugar en el que solo podían acceder las personas con rango de Sir y Noble, o ser poseedor de un símbolo en forma de flecha dorada o plateada que se les otorgaba a los cortesanos del reino, dorada para dárselos a los invitados extranjeros, plateada para dárselos a sus sirvientes y así permitirles la entrada a sus trabajos, como limpiadores, sirvientes y mayordomos. Cada una de las familias que conviven en las murallas interiores posee los dos tipos, diferenciadas por el diagrama grabado en su interior, los símbolos no eran otorgados por el rey, sino heredados de familia en familia.

Para Mertián era muy importante conseguir una flecha dorada ya que eso le permitiría entrar al interior de las murallas y visitar las bibliotecas que contenían  los mejores libros de la ciudad y los registros de la historia que pertenecían a la realeza. Muna era poseedor de una flecha dorada gracias a sus contactos en la corte, pero se negaba rotundamente a dejarse la ya que el acceso ilegal al interior de la ciudad era castigado con la expulsión de Pórtuan.

Al día siguiente para la hora del desayuno Mertián se encontraba en la taberna con Muna, hablando sobre la historia de las flechas. – Así que con una de éstas sería capaz de visitar las zonas de la ciudad que aun no he sido capaz de ver. – murmuraba Mertián con el símbolo en la mano.  

-          No creo que estés tan interesado en entrar al interior de la ciudad – le respondió Muna con una jarra de aguamiel en la mano.

En la mesa se podían contar hasta tres jarras por barba y un plato con sobras del desayuno que se acababan de tomar. En la barra todavía se encontraba el tabernero, esta vez con una nueva ayudante, totalmente diferente a Vyc, al parecer era una chica muy joven que acababa de llegar a la ciudad, se llamaba Morgana y a simple vista parecía una chica ruda. Tenía una melena larga hasta la cintura, de un color castaño como la madera de la barra, su semblante era algo más agresivo que el de las chicas que frecuentaban el local, de ojos grandes y cejas pobladas, la nariz chata pero elegante, los labios gruesos, sus manos parecían las de un hombre, fuertes y grandes, pero el resto del cuerpo se correspondía claramente a las de las damas que trabajan en el molino rosa.

Muna le hizo un gesto al Tabernero para que les llevase otra ronda. – Creo que esta va a ser la última – se dirigió a Mertián. – no es posible que al empezar el día ya confunda al tabernero con la chica nueva.

-          Aquí tenéis las jarras. -  el posadero dejo las jarras y se llevó los platos.

-          ¿Sabes que Muna te acaba de confundir con Morgana? – le espetó Mertián. – al final me tendrás que hacer caso con la peluca.

El tabernero miró a Muna con un gesto de desaprobación.

-          Tengo que decir en mi defensa, que es culpa de este aguamiel. No sé como lo harás pero está muy suave.

-          Será mejor que no sigáis bebiendo o no podréis hacer nada de provecho esta mañana. – el posadero se disponía a irse.

-          Por cierto, ¿Sabes algo de Vyc? ya hace una semana que no aparece. ¿Podrías decirme si se encuentra bien? Después del lio que se produjo a mi llegada con ella no me he atrevido a preguntar. – se le notaba el tono de preocupación en su voz.

-          Ayer fui a visitarla a su casa. – le respondió el tabernero. – se encuentra bien, pero esta mañana ha dejado la ciudad. Me estuvo explicando que lo mejor para ella después de lo sucedido era volver a su ciudad natal para recuperarse plenamente…

-          Entonces no volveré a verla – interrumpió Mertián.

-          Me dejó un mensaje para ti y me dijo que te diera esta nota. – le entregó la nota que tenía guardada en el delantal. – me dijo que volvería, que tenía que contarte una historia y ella no era una mujer de faltar a su palabra. – Mertián se quedó extrañado ya que aun no había averiguado el secreto que escondía la ciudad sobre ella.  – y ya no dijo nada más. – el posadero se marchó a la cocina a guardar los platos.

-          Gracias por las noticias. – le dijo al posadero mientras se marchaba. Se quedó un poco preocupado al recibir la nota. Se la guardó en el pantalón para leerla en la intimidad. – Muna, ¿Desde cuándo conoces a Vyc?

-          Desde que llegó a la ciudad hará un par de años, no personalmente, pero nada más llegar empezó a trabajar en la posada. No te puedo contar mucho sobre ella, solo he hablado con ella aquí desde que te conocí, ya que al parecer tú sí que decidiste presentarte.

-          No nos presentamos, simplemente no conocía a nadie en la ciudad y para que engañarnos, se le ve una chica atrayente. – Mertián no podía dejar de pensar en la nota que tenía en el bolsillo. – ¿Podrías contarme algo de ella?

-          Lo único que sé es que cuando llegó a la ciudad no vino sola, iba acompañada de un hombre fuerte. Es lo único que te puedo contar, la gente de la posada no se fija en las camareras.

-          Muchas gracias Muna, creo que me voy a subir a la habitación a recoger unas cosas y visitaré algo mas la ciudad. – pagó el desayuno y se dirigió a las escaleras que conducían a su habitación.

Al llegar a su habitación, cerró la puerta con llave y se sentó en su escritorio con la nota en la mano. En ese momento notó una presencia extraña, algo en su habitación era diferente.

Rápidamente se fue hacia el baúl a revisar sus cosas. Dentro del arcón todas sus cosas estaban como las dejó esa mañana. Alzó la vista para mirar en la habitación y se percató que entre los libros que se encontraban en la estantería, había un libro que no estaba antes. Se dirigió a la estantería para cogerlo y cuando lo tenía en la mano. ¡Plasf! El libro cayó al suelo.

La mano de Mertián se iluminó un instante de un rojo intenso, la luz procedía del anillo pero se extendía por toda su mano.

No daba crédito a lo que sucedía, asombrado por lo que acababa de pasar se dirigió al baño para meter la mano en agua, ya que el destello que le había producido se había apagado. Sin parar de frotar la mano con el jabón no podía dejar de pensar en que había sucedido. “¿qué ha pasado? ¿Como ha sucedido eso?” esas preguntase se sucedían constantemente en su mente.

Ya más tranquilo se posó delante del libro que se encontraba en el suelo, sin tocarlo le echó un vistazo. Era un libro rojo con los marcos de cuero desgastado y un símbolo en el centro que le resultaba familiar. Aquel símbolo lo había visto antes y no recordaba donde.

Sin saber qué hacer con él, lo dejó en el suelo. Aquel libro no estaba antes, alguien había entrado en su habitación esa misma mañana, pero la puerta estaba cerrada con llave y él se encontraba en la taberna.

Quien hubiera sido solo tenía una posibilidad, entrar en la habitación por la ventana. Su habitación estaba en el cuarto piso y a plena luz del día cualquier persona debía de haber visto a alguien trepar por la pared del edificio.

Mertián se dirigió a buscar al posadero para preguntarle si alguien le había comentado haber visto alguna persona trepar por su edificio, pero obtuvo una negativa. Salió a la calle y preguntó a las personas que se encontraban cerca de la ventana de su habitación. Pero nadie sabía nada. Como nadie pudo ayudarle subió a su habitación para investigar más a fondo todo lo sucedido. Al llegar a su estancia el libro no se encontraba en el suelo, sino en la estantería junto a los demás libros. No daba crédito a lo que estaba sucediendo.
Se sentó en su silla delante de la estantería dejando a su espalda la ventana. Intentando averiguar lo que acababa de suceder, pero sin encontrar explicación.

Tras largos minutos sin hallar respuesta, recogió las cosas que había sacado del arcón, colocó la silla en su escritorio y para mas asombro  del que llevaba en todo el día, se fijó en una de las torres que veía desde su ventana en lo alto de ella, el símbolo del libro.

Rápidamente y sin cerrar la puerta se dirigió a la torre, corriendo por las calles de la ciudad, atravesando la plaza con la fuente hasta llegar a la torre. Los guardas no estaban.

-          ¿Donde están los guardas? – preguntó Mertián a una pareja que paseaba por allí.

-           Hace un instante uno de ellos entró dentro de la torre y los demás se fueron corriendo. – respondió una de las damas. – parecían algo preocupados porque el caballero de la armadura que entró en la torre, grito  *lo han encontrado* y acto seguido los guardas salieron corriendo.

Mertián pensaba en lo sucedido en su habitación unos instantes atrás y en las palabras del caballero, ¿quiere decir que le buscarían? El libro estaba unido con la torre, pero ¿Que tenían de relación?

Tras no haber encontrado a nadie en la torre y con la imposibilidad de entrar en ella, tomó la mejor opción, volver a la habitación e investigar el libro. De camino a “La Manta Gris” algo se abalanzó sobre él y le entrego una caja de madera, no más grande que un plato pequeño, y tal como había aparecido se esfumó entre la gente sin dejar rastro. Se llevó la caja a su habitación para abrirla.

Una vez en la habitación, abrió la caja y dentro de ella había un pergamino y una hoja que ponía ‘si quieres descubrir la verdad del libro, dentro de dos días cuando la luna se alce por las montañas en la entrada sud de la muralla interior. Trae contigo el pergamino’. Dentro de la caja no había nada mas, era una caja hecha a mano, con buenos acabados.  Después de eso ya era casi la hora de comer, así que bajó a la taberna para ver si había llegado alguno de sus conocidos. Mertián era una persona poco hecha a estar solo, siempre le gustaba tener una buena conversación mientras se encontraba en la posada. En la barra se encontraba Loriat tomando una cerveza. Se dirigió hacia el taburete que se encontraba vacío a su lado.

-          Hombre Mertián cuando tiempo, llevo varios días sin saber de ti. – hacia unos días que Loriat no visitaba “La Manta Gris”, Marti le había contado que habían algunos problemas en la ciudad. – ¿Te has enterado de lo que ha pasado hace un momento? – le dijo mientras se sentaba en el taburete.

-          ¿Qué ha pasado? – le pregunto Mertián, sabiendo perfectamente que se refería a la luz de la torre.

-          Parece ser que ha habido un intruso en la ciudadela – los soldados llamaban así a la parte central de Portuan – ha sido a primera hora de la mañana y al parecer solo se ha visto entrar y salir a una persona encapuchada.

Mertián creía que hablarían de la luz de la torre y así averiguaría algo más, pero al parecer la persona que le había entregado la caja podía ser la misma de la que hablaba Loriat.

-          ¿Qué ha sucedido en el interior de la ciudad? – pregunto Mertián

-          No te puedo hablar de ello, se trata de un problema para la realeza, jamás ninguna persona había entrado al interior de las murallas sin su respectiva insignia. Pero todo acabará enseguida, estamos en ello y pronto averiguaremos que ha pasado. Puedes estar tranquilo. ¿Te apetece que comamos juntos?

-          ¡Claro! – respondió Mertián intrigado por las noticias.

La comida transcurrió mayormente hablando sobre las personas que llegaban nuevas a la ciudad. Y para Loriat ninguna había sido tan original como la llegada del viajero que quería ser rey.

Por fin después de compartir aquella comida con Loriat, Mertián pudo quedarse en su habitación sin sobresaltos ni luces que destellan.

-          Casi se me olvida. – pensó Mertián, saco la nota del bolsillo y se dispuso a leerla.

`Siento mucho no poder despedirme de ti pero volveré en varias semanas, tengo que agradecerte lo que hiciste por mi y como ya has averiguado mi secreto, cumpliré mi promesa. No salgas de la ciudad. ESPERAME!’


FINAL SEGUNDO CAPITULO.

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