Gracias a ese apoyo a las personas que me están ayudando a ver nacer la historia que cambiara el mundo de la lectura, para los que no lo sepáis, este libro sera un antes y después. hemos conseguido en menos de dos meses 1000 visitas al bloc y me esforzare para poder subir mas rápido partes del libro.
MIL GRACIAS.
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Después de leer la nota Mertián
pasó el resto del día dándole vueltas a todo lo sucedido. Visito otra vez la
torre que se había iluminado, esperando encontrar algo de información, pero no
fue así, el lugar donde se situaba la torre estaba desierto, los puestos de
venta situados en la calle frente a la torre estaban cerrados. No era normal
que entre semana cerraran los comercios, era la primera vez que veía los
puestos cerrados. Mertián miró la posición del sol, se estaba poniendo y
normalmente permanecían abiertas hasta bien entrada la noche. Por el camino no
se había fijado que unas calles más atrás, las tiendas seguían abiertas, las
únicas cerradas eran las que se situaban cerca de la torre.
¿Tenía aquello algo que ver con
lo ocurrido esa misma mañana?
Debido a que en aquel lugar Mertián se
encontraba solo, decidió marcharse, parecía sospechoso que una persona se
encontrara sola en ese lugar después del incidente.
De vuelta hacia la taberna y
pensando en lo sucedido, decidió hacer una visita a su amigo Muna, el dueño de
la herrería. Al llegar al “Yunque Roto”,
así era como se llamaba la herrería, pudo observar a Grammar trabajando fuera
de ella, en la forja. La forja se situaba fuera de la tienda, debido a las
fuertes temperaturas que emitía el horno de fundición era necesaria una fuente
de aire fresco para no asfixiarse. Allí se encontraba Grammar afilando espadas.
-
Buenas tardes Grammar. ¿Se encuentra Muna en la
herrería? - Le preguntó dirigiéndose hacia el cercado.
Grammar dejó de afilar las
espadas, se levanto hacia la cerca limpiándose las manos en un delantal de
cuero que le cubría todo el cuerpo. – tiene que venir de un momento a otro. –
respondió con voz cansada y limpiándose el sudor de la frente. – normalmente se
encuentra aquí pero ha tenido que salir a cerrar una de sus tiendas de
hortalizas. Si quieres puedes esperarlo aquí, no le molestará.
-
Gracias. – le contestó y se dirigió hacia la
puerta.
Mertián entro a la herrería y
salió a la forja por una puerta lateral. La forja estaba completamente cercada
por una valla tan alta como un asno, lo suficiente para no poder saltarla sin
trepar.
-
¿Crees que puedo echarte una mano mientras le
espero? pareces algo cansado y te vendría bien algo de descanso. – se interesó
por su estado.
-
La profesión de herrero es una de las más
antiguas que se emplean en la capital. En esta ciudad se encuentran los mejores
forjadores de armaduras y armas de toda la región. Además no es un juego para
niños. – se reía Grammar. - ¿Tú tienes conocimientos de herrería? Nada mas preguntarle, le miró a los ojos y en
él se reflejaba la seguridad de su respuesta.
-
¿Quién te crees que ha hecho esta espada? -
Junto a sus palabras Mertián sacó la espada de entre sus ropajes.
Las espadas estaban prohibidas en la ciudad,
no como en el interior de la muralla central. Solo podías llevar espadas si
eras soldado o habitante de los distritos interiores. Si te pillaban con algún
tipo de arma eras automáticamente expulsado de la capital.
El herrero quedó sorprendido al
ver la espada, en ninguno de los días que habían pasado en “La Manta Gris” había visto que Mertián contara
con una espada en sus pocas pertenencias. – Déjame verla – le dijo.
Grammar sostuvo la espada entre
sus manos, observándola detenidamente. – Hecha a mano, bien afilada aunque
tiene algunas muescas, parece haberse usado recientemente.- tras una pausa - No
ha sido reparada aun. – le extrañó. Los
ojos de Grammar estaban clavados en la espada, contemplando cada parte de ella.
Y seguía con su descripción. – mango hecho de cuero de buey, la parte de la
hoja más cercana al mango, algo estrecha en comparación con su parte de corte.
Es una buena espada – le dijo resumiendo – ¿Y dices que te la has hecho tu?
-
Me la regalaron en el lugar del que procedo. – Mertián
sabía que acababa de mentir pero tenía mucho interés en aprender el arte de la
herrería y por eso estaba allí.
-
¿Serias capaz de enseñarme a trabajar el metal?
Siempre me ha gustado escuchar el sonido del martillo contra el hierro
ardiendo. – la verdad es que no le gustaba, solo quería aprender a forjar sus
propias armaduras y armas, por si algún día se veía en una situación difícil.
-
Será mejor que no te acerques mucho a una forja,
es peligroso si no te enseña un experto. Ya puedes guardar tu espada, mira por ahí viene Muna.
El dueño de la herrería se acercó
hasta el lugar donde se encontraban.
-
¿Qué haces tú por aquí? – se dirigió a Mertián
con voz sorprendía.
-
¿Puedes ofrecerme un puesto de trabajo? Mi saco
de monedas se está quedando en una cantidad preocupante y viendo que a ti te va
muy bien la cosa, quizás podríamos ser socios en algo.
Se puso a reír. - ¿Que me puedes
ofrecer tu a cambio? Primero tendrías que tener un negocio y a un viajero
recién llegado como tú no se les permite abrir ni puestos de venta pequeños. ¿Cómo
vas a ser capaz de tener tu propio negocio tan pronto?
-
Bueno en ese caso… me veo capacitado para
trabajar para ti, ¿tienes algún puesto donde pueda echar una mano?
-
¿A que te dedicabas en el lugar del que precedes?
– preguntaba con curiosidad.
-
Era dueño de unas pequeñas tierras, me dedicaba
a cultivar mis propias hortalizas, también poseía algunos cerdos y otros
animales. Alguna vez echaba una mano en la única herrería que tenía el pueblo,
pero como profesión se me podría asimilar a ganadero. – Mertián sabía que
estaba mintiendo, no quería contar la verdad de su historia, aun no creía tener
la confianza necesaria para contarles lo sucedido en su pueblo de nacimiento.
Muna se quedó pensando durante
unos instantes. –Grammar. ¿Qué te parecería tener un aprendiz aquí en la forja?
– el herrero se quedó sorprendido.
-
Me vendría bien un ayudante, hace unos días nos
encargaron hacer una cantidad exagerada de espadas para los soldados de la
ciudad y tenemos algunas para arreglar. Podría enseñarle a afilar las y a
reparar las espadas.
-
Pues está hecho – cerraron el acuerdo con un
apretón de manos. – comienzas mañana a primera hora, Grammar te esperara aquí
para empezar con tu nueva profesión. Herrero viajero.
Mertián se despidió de su nuevo
jefe y su compañero para dirigirse a la puerta de entrada a la ciudad, con la
intención de encontrarse con Loriat y Marti al que hacia algunos días que no
veía. Al llegar a la puerta comprobó que solo se encontraba Marti. Se saludaron
y se pusieron a hablar.
En otro lugar de la ciudad se
encontraba Loriat, el soldado ataviado con una armadura y espada, se dirigía a la
puerta de la ciudad con paso rápido pero no demasiado debido al peso de la
coraza. En su rostro se reflejaba preocupación, sudores abundantes goteaban por
su bigote, la gente se giraba al verlo pasar. ¿A dónde se dirigirá? Pensaría la
gente que se encontraba en las calles.
-
Perdone ¿ha visto usted a un hombre fornido de
mi estatura, (para ser un soldado Loriat no era excesivamente alto, como los
guardias de las torres) cubierto con ropas viejas y unos ojos como el hielo? –
le preguntó a una señora que caminaba por las calles.
-
No sé nada. ¡déjeme en paz! – le contesto la
señora con desprecio.
Ante la negativa, Loriat siguió
con su camino hacia la puerta. Cuando llegó a la calle que daba a la puerta
principal, divisó a lo lejos en la puerta a Mertián. Sin pausa se dirigió hacia
el lugar en el que se encontraban.
-
Mertián – dijo el soldado intentaba recuperar el
aliento. – necesito hablar contigo. Acompáñame. – los dos se dirigieron a una
caseta situada junto a la puerta principal. Un lugar utilizado por los soldados
como almacén.
-
Ahora vuelvo. – se giro a decirle a Marti
mientras se dirigían a la caseta.
El soldado y el viajero entraron
en la caseta, Loriat aun recuperaba el aliento con fuertes bocanadas de aire.
-
¿Estás bien? Debe de pesar mucho la armadura. –
le pregunto Mertián.
El rostro de Loriat cambió. Su
semblante era serio. – Mertián, durante estas semanas que llevas en la ciudad,
hemos hablado mucho, pero siendo honestos, desde tu llegada, la ciudad ha
sufrido incidentes que no solían ocurrir anteriormente.
-
¿Qué tipo de incidentes?
-
Verás Mertián, no estoy autorizado a contarte lo
que sucede en el interior de la ciudad. Lo que me preocupa es que en el tiempo
que hemos pasado en la taberna, ningún día has contado nada sobre tu pasado,
eso ligado a que aparentemente te envuelve algo sospechoso y que siempre andas
por la ciudad visitando lugares con tu espada escondida debajo de tu ropa.
-
¿Cómo sabes eso? – se sorprendió Mertián.
Loriat miraba preocupado los ojos
de Mertián que a su vez, tocaba con una mano la empuñadura de la espada que
tenia escondida bajo su ropa. - Sabes que es ilegal caminar por la ciudad con
armas.
-
¿No irás a detenerme? – el semblante de Mertián
cambio.
-
Tranquilo, tranquilo – respondió al ver como sus
ojos se enfurecían. – si me cuentas que planes tienes para hacerte rey de la
ciudad y tu historia fuera de la capital, estoy dispuesto a hacerme el ciego
con lo que escondes.
-
¿No tengo otra opción? – le preguntó mientras se
erguía y quitaba la mano de la espada.
-
Me parece que lo único que podrías hacer seria
coger tus cosas y marcharte de la ciudad. Me caes bien Mertián y por eso he
venido a buscarte. En el interior de la ciudad han sucedido cosas que hará que
refuercen la seguridad y sean más estrictos. Solo quería avisarte como amigo y
de paso conocer tu historia que tanto me intriga. – en su rostro se reflejaba
curiosidad.
Mertián se lo pensó por un
instante. Daba vueltas por la sala en la que se encontraban. Tras varios
minutos de espera Loriat obtuvo su respuesta.
-
De acuerdo. Te contaré que sucedió antes de
llegar a la ciudad. En cuanto a los planes, no tengo ninguno. Simplemente
prosperar y algún día quien sabe, mi objetivo es el mismo que puede tener un
niño que viva en la parte exterior de la ciudadela. Mañana pásate por “La Manta Gris” a la hora de cenar y te
lo contaré. Pero tú deberás contarme lo que dejaste a medias a la hora de la
comida.
Los dos salieron de la caseta
para dirigirse donde se encontraba Marti. Mientras se dirigían hacia el
compañero de vigilancias, Loriat le dijo que no contara nada.
-
¿Os lo habéis pasado bien los dos solos? – se
mofaba Marti de lo ocurrido. – vuestros secretos pueden ser compartidos, soy
una tumba. – Loriat le había comentado alguna vez a Mertián que Marti y él eran
amigos desde la infancia y entraron a formar parte del ejercito al mismo
tiempo.
Podían confiar en él, pero Loriat
quería mantener en secreto aquello hasta que Mertián fuera de confianza y no
fuera un peligro. Los tres estuvieron hablando largo y tendido. Dos compañeros
de los soldados llegaron para la sustitución y los tres se encaminaron hacia “La Manta Gris”.
Al llegar a la fuente, Loriat se despidió
y se dirigió a su hogar, en cambio Marti, acompañó a Mertián ya que su casa se
encontraba en la misma dirección que la taberna, durante el camino, Mertián le
preguntó cómo era su compañero como persona.
-
Loriat es un buen hombre, se crió solo en la
parte más pobre de la ciudad, mi familia tenía un hogar en el que cuidaban a
los niños huérfanos. Allí le conocí, enseguida nos hicimos amigos, teníamos una
personalidad muy parecida. Yo prefiero tomarme la vida con más calma, él en
cambio prefiere vivir cada instante, siempre está ayudando a las personas, por
eso se hizo soldado. Siempre ha querido viajar fuera de la ciudad y conocer todo
aquello que cuentan las historias del exterior. Hace unos años conoció a alguien
como tú, un viajero que al poco tiempo de llegar se hizo un nombre en la parte más
pobre de Pórtuan. Construyó un hogar para huérfanos y recogía a los niños
abandonados. Muy pronto se hicieron amigos. Solo estuvo en la ciudad un año y
decidió marcharse. Le dejo la casa a su cargo y una bolsa llena de monedas para
que jamás pasaran hambre. Desde entonces Loriat les cuenta las historias que le
había contado aquel hombre y las que escuchaba en la taberna. De tantas que
escuchaba al final decidió que algún día tendría que salir a vivir esas
aventuras que escuchaba de los viajeros como tú.
-
Gracias por contarme como es. Se le ve una
persona de fiar.
Mertián llego a su destino así que se despidió
de Marti y se adentró en la taberna. En la entrada estaba el tabernero que le
invitó a pasar. – la cena se servirá enseguida.
Dentro del bar había poca gente, cuatro
personas juntas en una mesa y varios repartidos por la barra, se sentó en una
mesa a esperar que le sirvieran la cena. Morgana se acerco con una bandeja. En
ella lleva patata guisada y un plato de cordero. El no podía evitar mirar las
manos fornidas de la camarera.
-
Aquí tiene la cena señor. que le aproveche. – la
voz de Morgana era fina, al cerrar los
ojos con ese sonido podías imaginarla como una muñeca, frágil, pero al verla
era totalmente lo contrario.
-
Muchas gracias Morgana. Otro día espero que me
acompañes. – le giñó un ojo y ella no pudo evitar sonrojarse al irse.
El viajero disfrutó de la cena y
se marchó a su habitación a descansar.
Al día siguiente, Mertián se
dirigió a primera hora al “Yunque Roto”,
al llegar allí, sentado en la puerta le esperaba Grammar, con un delantal en la
mano y haciéndole gestos para que se acercase, le dijo. – bienvenido a este
maravilloso mundo. – le saludó moviendo el delantal de un lado a otro. Los dos
se adentraron al negocio.
El herrero le enseñaba como se
afilaban correctamente las espadas y una vez el aprendiz había asimilado los conceptos
básicos, el seguía con su encargo. Grammar se quedaba en la herrería hasta que
se ponía el sol trabajando, hora en la que terminaba la jornada, quitando algunos
días que se marchaba con Muna a comer a “La
Manta Gris”, el resto se quedaban allí. Durante el primer día de trabajo y
gracias a lo aprendido por el maestro, Mertián aprovechó a última hora para
afilar su espada.
Ya con la espada afilada se
despidió de su compañero, tomo un atajo para llegar lo antes posible a la
habitación en la posada, desde allí, y después de asearse, se dirigiría hacia
la muralla interior, lugar que citaba la nota del interior de la caja, donde
debía asistir al encuentro con el encapuchado. En su habitación Mertián se
limpió los restos de espada afilada que tenía en la ropa, buscó la caja con el
pergamino, bajó al bar y dirigiéndose al dueño dijo. – esta noche vendré con
Loriat a cenar, podrías reservarme una mesa cerca del escenario. Muchas
gracias. – metió la mano en su pequeña bolsa atada a su cinto, sacó unas
monedas, las deslizó por el mostrador
del tabernero y salió por la puerta camino de su encuentro.
Se encontraba en el lugar donde
le habían citado, se acababa de poner el sol, pero en aquel lugar solamente
estaba él, miro a su alrededor y entre dos casas atisbo una figura sombría que
salía de los callejones, ante el asombro de Mertián la persona que se
encontraba ya a escasos pasos de él era una chica de cabello claro. Su pelo
rubio podía verse claramente bajo la oscuridad de la noche. Aquella chica era
la misma que salió de la taberna el primer día que llegó a la capital. Los ojos
de Mertián se abrieron considerablemente, tanto que parecía un búho en plena
noche buscando su cena. Los ojos de aquella chica eran de color miel, una
sonrisa perfecta.
Era Vyc!! Pero no podía ser ella
pensaba. El día que la vio salir de “La Manta
Gris” también conoció a Vyc y se encontraba detrás de la barra. ¿Cómo podía
ocurrir todo aquello? Debía de pensar el viajero.
-
Mi nombre es Ría y entiendo tu sorpresa. Tengo
muchas cosas que contarte pero antes de nada quiero ver el pergamino que te
entregué. – la chica parecía preocupada, pero se mostraba totalmente serena. En
cambio el no daba crédito, seguía sin comprender nada.
Mertián cogió la caja, sacó de
ella el pergamino y se lo entregó a la joven.
-
¿Lo has leído? – le preguntó la chica en un tono
de voz cortante. Mientras lo abría iba leyendo su contenido, siguiendo cada
palabra buscando algo en concreto.
-
Solo un vistazo – contestó – pero solo
comprendía algunas palabras.- ¿de qué se trata? – preguntó viendo el ímpetu que
ponía ella. La joven se lo quedó mirando fijamente con cara de asombro.
Automáticamente al escuchar su respuesta, cogió a Mertián por el brazo. –
¡¡Sígueme!!! - Le exclamó.
A paso ligero los dos se metieron
en el callejón por el que había llegado la encapuchada. Al llegar a la
oscuridad que les proporcionaba la falta de faroles, aparecieron por uno de los
extremos de la calle, dos soldados armados con lanzas. Debían de estar haciendo
una ronda de vigilancia, pasaron por la calle enfrente de ellos y siguieron el
camino que rodeaba al muro.
-
Deberíamos de ir a un lugar apartado, allí te
explicaré todo. – Ria empezó a caminar indicándole el camino hasta llegar a
unos campos de arado que limitaban con las murallas exteriores de la villa.
Allí los dos se sentaron detrás de un cobertizo.
-
¿Por donde debería empezar? – con el pergamino
en la mano y dándole vueltas entre sus dedos, se le veía tensa, sin saber cómo formular
todo lo que necesitaba decirle. Dejó el pergamino abierto junto a sus piernas.
-
Podrías abordar la intromisión a mi cuarto.
-
El ejemplar que tienes en tu habitación lo deje
yo. – hizo una pausa a la espera de una reacción. Sin obtenerla prosiguió. –
tenía que esconderlo, el libro pertenece al rey y específicamente se localizaba
en la torre de la que volvías ayer. – cuando iba a continuar, Mertián le cortó.
-
¡¡Espera, espera!!! ¿Cómo que rey? ¿Me quieres
decir que me has estado siguiendo todo este tiempo? – No daba crédito a lo
oído.
-
Déjame que acabe y luego las preguntas. – le
tapo la boca poniéndole un puñal cerca de los labios. – el anillo que llevas en
tu mano está ligado a ese libro y tenía que comprobar que eras su propietario.
Pero mejor empezar por el principio.
La joven encapuchada metió su
mano en un bolsillo interior de su chaleco, sacó tres pergaminos, cada uno de
ellos estaba atado con un hilo de cada color; azul, gris y dorado. Los abrió y
los puso frente a Mertián juntándolo al que ya posaba en sus piernas.
- Cada uno
de estos cuatro documentos es un extracto de cuatro libros, de cada uno de
ellos se obtuvieron tres pergaminos que se esparcieron por el mundo para
encontrar a gente capacitada para controlarlos. Uno de los volúmenes lo tienes
tú, los otros tres se encuentran en sus correspondientes torres.
-
Todos los libros tienen un poder extraordinario,
algunos lo llaman magia, otros brujería, nosotros lo llamamos Bselú. El fundador de la ciudad creó los manuales con la intención
de proteger la, los escribió en el lenguaje antiguo Tars, el dialecto fue
desapareciendo hasta la actualidad, dado ya por extinguido.
-
¿Y cómo lo has aprendido? – Interrumpió.
Al instante se tapó la boca con
la mano.
-
Sera mejor que continúe… - respondió ella con
irritación. – Tengo conocimiento de dos personas que han sido capaces de
activar los libros y ahora mismo somos seis los capaces de entender alguno de
los tomos, pero ninguna de ellas puede leer más de uno. Aunque aun no tengas el
conocimiento de esa lengua, eres capaz de leer el pergamino que te entregué.
Mientras, Mertián escuchaba lo
que la chica tenía que contarle.
“Había quedado con Loriat en la
taberna. Si no voy a su encuentro puedo tener problemas” pensó. Pero necesitaba
la información que le estaban proporcionando. Se encontraba en un serio
inconveniente. Pero decidió seguir escuchando.
-
Te habrás dado cuenta que el símbolo del libro
corresponde a la insignia que permanece en lo alto de su atalaya. – tomó un
respiro y esperó a que asimilara toda la información antes de continuar. La
cara de él reflejaba ignorancia.
Tras la pausa. – ¿Seguimos?
-
La torre es un contenedor de poder, mientras los
tomos permanecen en su interior la Bselú no puede ser descubierta. Una vez
se activa un libro, la atalaya se ilumina haciendo sabedor al rey del uso de
uno de ellos. El incidente del otro día fue causado por tu anillo, pero más que
el sello, fue la piedra incrustada de jaspe, al tener contacto con el libro
hizo que se activara, una vez hecho la torre se iluminó para demostrar su
activación. Por ese motivo hay tanta alteración en la ciudad. En cuanto a los
libros no creo que debas de saber más por el momento.
-
El pergamino tendrás que dejármelo a mí para
protegerlo. Tú asegúrate de guardar bien el libro y sobretodo no tocarlo, eso
nos delataría y los protectores de la torre se nos echarían encima. - asintió
satisfecho por la información.
-
Déjame ver la caja. – le dijo extendiendo la
mano.
Introdujo la mano en el fondillo donde tenía la caja guardada y se la
entrego.
-
Veo que no te has dado cuenta - con un golpe en el interior de la caja,
extrajo una fina capa de madera dejando ver en su interior una pieza de plata
brillante bien encajada en su fondo.
-
¡Eso es! – la sorpresa en su rostro era más que
evidente. Sacó de dentro una flecha dorada.
-
Ahora con la flecha accederás al interior de la
ciudadela sin problemas, podrás visitar las bibliotecas y conocer la historia
antigua. Pero ten cuidado, si algún guarda descubre que en realidad no es tuya
tendrás problemas.
En la parte frontal de la flecha estaba grabada la forma de un animal
con alas pero no se podía ver bien, todavía conservaba su color pero debido al
desgaste el oro brillante como la de Muna. La joven chica le explico el
procedimiento que debía cumplir al entrar al interior, lugares que debía
examinar y los que no podía pisar, ello le llevo bastante rato hasta que por
fin decidieron despedirse.
-
Dentro de unos días me pondré en contacto,
recuerda que no debes hablar con nadie sobre mí. Protege el libro y no te metas
en líos.
Mertián asintió y se despido, al hacerlo corrió hacia la taberna, allí
le esperaba Loriat. “será mejor que me de prisa”.
Al acceder por la puerta, el local estaba lleno, del escenario se percibía
una melodía alegre, debajo, personas bailando y chocando sus copas haciendo
volar la cerveza por los aires. Junto a la barra se hallaba esperando Loriat.
Se acerco con precaución y le puso la mano en el hombro. El se giro con gesto
torcido. “será mejor que me invente alguna buena”.
-
¡¡ Buenas noches amigo!! ¡¡Me parece que no llego
a la hora!! – el tono tenía que ser amable y algo elevado, la música de la
tasca no le permitía establecer buena conversación. – la próxima copa la pago.
¿Llevas mucho tiempo aquí?
El rostro de él se suavizo. –
mejor paga todo lo que he bebido esperando. – señalando cuatro jarras que tenia
frente a su puntual amigo. – Ahora tendrás que contarme toda la verdad si
quieres salir de esta.
“Toda la verdad” las palabras rebotaban en su mente con la información
que le proporciono Ría, no podía contarle toda la verdad. – Subamos a la planta
de arriba, sacare unas sillas y desde allí podremos ver el espectáculo. Allí te
contare el los motivos de mi llegada.
-
¡Y tus planes para ser rey! ¡¡ Recuérdalo!!
Los dos se dirigieron al piso superior, Mertián cogió dos sillas de su
habitación, las ubicó delante de su aposento, el pasillo daba enfrente del
escenario para poder contemplar el espectáculo. Pasaron horas hablando hasta
que Loriat se dio por satisfecho y se marcho.
-
¡Hasta mañana! – dijo el guardia con una sonrisa
en la boca.
“Está satisfecho con todo lo que le he contado, de momento.” El
pensamiento de Mertián le hizo respirar de alivio. Se metió hacia dentro, cerró
la puerta con llave y se dejo caer en la cama extendido.
Tumbado mirando el techo, poco a poco, el sueño lo abrazo hasta dejarlo
completamente en la oscuridad de la noche.
Los días siguientes a la reunión se los dedicó al trabajo en la
herrería, avanzando en su aprendizaje a grandes pasos, Grammar decidió pedirle
ayuda con el pedido numeroso en el que estaba ocupado, así el herrero y el
aprendiz pasaron el resto de la semana. Uno de los días cuando el sol se ponía
y dejaba entrada a las noches frías del lugar, el herrero le hizo un encargo a
su pupilo.
-
Mañana disfrutarás el llevar este cargamento de
armaduras a la ciudadela, allí te esperara Muna en la entrada y te conducirá al
almacén de armamento. Una vez allí dejaras el material en su lugar y tendrás
que volver con carromato. Cualquier persona sin el emblema no puede acceder
pero al acompañarte Muna tendrás permiso momentáneo.
“Al fin entraré” – ¿cómo es? – preguntó con curiosidad.
Grammar no entendía a que se refería. – mmm... ¿cómo es, el que?
-
¡¡El interior!! Que va a ser. Te recuerdo que
hace nada era un “viajero de paso” según los entendidos.
-
Ahh, nada más entrar, piensas en el paraíso. El
olor a jardines y flores silvestres, el ruido del agua al caer de las numerosas
fuentes.
-
¿Te gustaría vivir en ese lugar? – Mertián sabía
que era imposible.
-
No. Jamás. Prefiero quedarme en este lugar con
el olor a carbón de la forja, llegar a casa cada noche y encontrarme con mi
mujer y mis hijos preparando la mesa. El calor que obtienes de una familia no
te lo puede dar la realeza.
-
Pero allí también existen las familias. – repuso
extrañado.
-
Tienes razón, pero son mas estirados,
acostumbrados a los sirvientes y a los esclavos, el cariño con el que te
preparan la comida no es comprable. Además los nobles son muy estirados, sino
mira a nuestro jefe.
-
Jajaja, si todos son como él, tendremos que largarnos
de aquí.
Los dos se largaron del “Yunque Roto”
entre risas. Cada uno a su hogar y dejando el encargo del día siguiente
preparado.
Cargado con las armaduras en un carretón, se encontraba el inexperto
herrero en las puertas. Después de esperar durante un largo rato y mientras el
sol salía por detrás de las montañas, apareció el patrón.
-
No te quedes ahí parado, entremos rápido antes
que los habitantes salgan a los jardines, si eso ocurre y nos ven entrar con
tanta indumentaria pensaran que ocurre algo. ¡¡Deprisa!!
-
Allá voy. – “que rapidez tiene ahora, desde
luego tiene que tener miedo al rey” las palabras de Muna infundían
preocupación, debían de mantener la discreción, y no llamar la atención. – no
hubiese sido mejor hacerlo al anochecer, la oscuridad nos permitiría
esconderlas.
-
Primero ágamos esto, luego te contaré los
motivos.
Los dos se pusieron en camino, y tirando del carro se adentraron en el
fortín. Se dirigieron atravesando un jardín a la parte trasera de una casa.
Allí dejaron el material y se marcharon. De camino a la salida y con el carro
vacio.
-
El rey quiere que las personas del exterior se
mantengan separadas, con ello consiguen protección. Se dejan ver de vez en
cuando por el exterior pero solamente cuando hay un gran evento o en vísperas
de un combate. Incluso viviendo en el interior, solo lo he visto en pocas
ocasiones. Según tengo entendido las armaduras que les proporcionamos luego son
retocadas por un hombre capaz de hacer “magia” con el metal. Una vez llego a
mis manos una pieza hecha por mí. Si, si, lo sé, en mis inicios en la ciudad yo
también era herrero.
Aquellas palabras le sorprendieron.
-
La pieza era un escudo redondo que había creado.
La parte externa del círculo era más gruesa. Pero al llegar a mis manos parecía
distinta. El peso se había reducido a la mitad pero conservaba su dureza. El
hombre que me lo proporciono me explico que cuantos más golpes se le daban al
escudo, más duro se volvía, pero tenía un inconveniente.
-
El peso se incrementaba y el grosor se reducía.
– interrumpiendo
Muna se quedo de piedra. – ¿cómo sabes eso? – no entendía nada. Esa
historia no se la había contado a nadie. – de donde… - no llego a terminar la
frase.
-
De donde procedo es habitual trabajar el metal
de esa manera. Pero allí, se aplican a otros utensilios y no a escudos. Nunca
hemos tenido que utilizar uno. – Mertián mentía, en realidad si habían
utilizado armas. – martillos, cubiertos, sillas para caballos… esos es lo
habitual. No me dio tiempo a aprender cómo se hacía, los maestros herreros de
mi ciudad eran famosos.
-
¿Eran? – preguntó con asombro.
-
Si, eran. Murieron todos los herradores. A lo
mejor esa persona que lo trabaja aquí es de aquel lugar. ¿Podrías
presentármelo?
-
Espera, ¿cómo que murieron todos?
-
Hace algún tiempo, unos bandidos entraron en la
ciudad donde vivía, llegaron arrasándolo todo, quemando casas, destruyendo los
puentes que daban acceso a la villa, pero tenían fijación con los herreros,
primero las forjas fueron destruidas, después cogieron a todos los
herreros y delante de todo el pueblo les cortaron ambas manos. Uno a uno fueron
cayendo desangrados, los que conseguían aguantar hasta el anochecer eran
colgados en el centro de la plaza. Solo se salvaron los que aquel día estaban
fuera. Fue un día triste.
-
Como conseguiste salvarte? Dijiste que eras
ayudante de un forjador.
-
Me escapé, cogí lo que pude y salí del pueblo
atravesando un bosque cercano. Pero prefiero no hablar de eso. Lo más
importante es que llegué aquí y ahora tengo una vida próspera.
-
Tienes razón, es mejor dejar lo ocurrido allí,
quien sabe si al final lograras tener un negocio y vivir en este lugar… -
extendió las manos enseñándole la ciudadela. El sol ya se alzaba, los pájaros
cantaban y los habitantes ya empezaba a salir de sus casas. – será mejor que
salgas rápido, yo me quedare aquí. – lleva el carro a la herrería y ayuda a
Grammar.
El tomo la orden y se dirigió hacia el puesto de trabajo. Empujaba
la carreta de espaldas, su rostro no podía parar de investigar más sobre el
interior, al cerrarse la entrada se coloco bien para dirigirse a la herrería.
En ese momento el vehículo se paró en seco, choco contra algo haciendo que su
cuerpo rebotara contra ello.
Alzo la vista para ver qué era lo que le impedía el paso,
por delante del carromato un hombre. Era el guarda de la torre con el que había
tenido el encontronazo aquel día.
El hombre se incorporo adelantando una pierna en dirección
al aprendiz.
-
Ya te avise. – con paso firme se dirigió hacia él.
Cuando estuvo lo suficiente cerca como necesitaba, armo su puño hacia atrás y
con la inercia con la que llegaba le lanzo un puñetazo que impacto directamente
en el rostro sorprendido de Mertián. Con la fuerza que había impactado, su
cuerpo cayó al suelo a plomo.
Hizo un intento de levantarse pero al intentarlo se encontró
que estaba bloqueado, la rodilla del caballero estaba aguantándole el pecho
contra el suelo. Otro fuerte golpe impacto esta vez en el pómulo derecho,
dejándole una marca roja. Los golpes se sucedían sin darle opción de respuesta,
en uno de los golpes que consiguió bloquear con su antebrazo, pudo quitarse de
debajo de él, a duras penas se puso en pie. En aquel momento se hecho la mano a
la espada que escondía debajo de sus ropajes, pero no recordaba que la había
dejado en su estancia. Sin nada con lo que defenderse y verse superado en
fuerza, opto por la astucia que le había salvado en multitudes de ocasiones en
el viaje a la ciudad. Doblo la rodilla haciendo parecer que renqueaba de los
golpes que le había propinado. Cogió una piedra que tenía cerca del tamaño de
una taza y se la lanzo, haciendo impacto en el yelmo que protegía su cabeza, al
lanzarla siguió la inercia de la piedra para arremeter contra él, tirándolo al
suelo, el efecto del golpe hizo enfurecer más aun al guardia que al pasar Mertián
por encima de él para escapa, estiro la mano para agarrarlo, sin soltarlo lo
alzo por los aires y lo lanzo contra la carreta que del propio golpe quedo
hecha unos trozos de madera. Se coloco delante, le miro fijamente. – te avise,
la próxima vez te mato. – el guardia le propino otro puñetazo con el efecto de
dejarlo inconsciente.
Al despertar Mertián ya no se encontraba en la calle. Intento levantar
se pero lo sujetaron. – ¿dónde estoy? – dijo aturdido y confundido.
-
Estás en tu cuarto – una voz grave y entrecortada que no conocía -.
Miro alrededor para situarse y comprobó que era verdad lo que le
decían. Echando un ojo vio a Ría sentada
en los pies de la cama, con semblante preocupado, una mujer anciana le sujetaba
por los hombros.
-
Quédate quieto, tengo que curarte la herida del
pómulo. – con un trozo de tela que tenía en la mano, la anciana le aplico
ungüento que se encontraba en la mesita de al lado de la cama.
-
Quien eres? – el liquido que le estaba aplicando
hacia que notara un calor fuerte en la cara. Su gesto cambió al contactar el
trapo con la herida.
Ría se levantó de la silla y se acerco a él.
-
Te han dado una buena paliza. Hemos decidido
que me encargue personalmente de tu protección. Te dejo en manos de Min sol la
curandera del grupo, ella sabrá que
tiene que hacer con tu herida y mañana volveré para que me cuentes quien te
hizo esto.
Ría salió de la habitación, allí se quedaron, la curandera con el
herido que volvía a cerrar los ojos.
Al salir de la posada, le esperaban dos personas, una delgada como una
espiga y el otro bajo y rechoncho como un barril, los dos ataviado con un
uniforme de color marrón oscuro como la tierra mojada , detalles morados en su
ropaje, armados con una ballesta y una espada con el borde redondeado. Hablo
con ellos sobre el estado de Mertián, al finalizar, uno se dirigió a la
herrería, el otro, tomo el camino dirección a la entrada de la ciudad. Por su
parte, Ría volvió a la habitación.
-
Min sol, ya he dado las ordenes. ¿cuánto crees
que tardaran en sanar las heridas? – haciendo cábalas con las ordenes que había
dado, espero la respuesta.
-
Una noche será suficiente para poder levantarse,
la herida tardara una semana en cerrarse. Ya he terminado de curar la herida.
-
Gracias, mañana nos reuniremos. – puso su mano
junto a la otra y se toco una pulsera de cuero que llevaba en el brazo.
La anciana asintió y se marcho. En la habitación, la chica sentada en
el marco de la ventana miraba con atención la serenidad con la que yacía en su
cama.
A la mañana siguiente.
Abrió los ojos y no vio a nadie en su habitación, pero su tranquilidad
duro escasos minutos. La puerta sonó y detrás de ella se escucho.
-
Mertián estas despierto? Somos Muna y Grammar.
-
Adelante. – se incorporo de la cama dejando caer
los pies por un lado.
-
Te han dejado la cara fina – entraron bromeando.
No le hacía mucha gracia que le vieran en ese estado. Qué imagen debe
de dar el futuro rey debió pensar.
-
Porque no has visto al otro, lo deje hecho
caldo. – una media sonrisa salió de su rostro, haciendo que los amigos se
soltaran.
-
Ayer vino un hombre muy alto diciendo que venía
de tu parte. Me dijo que faltarías unos días al trabajo y no nos dijo que te
paso. Viéndolo ahora, entiendo porque no vienes. – en ese momento, Muna no era
el jefe, se preocupo por su trabajador y más que nada era un amigo.
-
En menos de un mes y ya te has escaqueado, ahora
me tendré que encargar yo del resto del pedido, con lo bien que estaba sin Muna
detrás de mi nuca exigiendo el pedido. Ya sabes que me debes una.
Al intentar levantarse, las piernas le flojearon haciendo que cayera al
suelo, su compañero Grammar le ayudo a levantarse. – podrías traerme la silla. –
le dijo Grammar a su jefe.
-
Recuerda que soy tu superior – seguían con las
bromas.
-
Gracias, Grammar. – le dejaron sentado en la
silla junto a la ventana – contarme más detalles sobre el hombre que fue a
veros.
-
No lo habíamos visto por la ciudad nunca. Un individuo
tan alto como un caballo adulto, vestido con ropa marrón y bordeado morado,
llevaba una ballesta. Qué clase de amigos tienes, pero desde luego no son como
nosotros.
Mertián se quedo pensando mirando por la ventana. -Tienes que hacer que
se vayan.-
La voz era de Ría y se encontraba fuera del edificio.
-
Será mejor que descanse, me encuentro aturdido
aun, podríais traerme unas hierbas de flertor, me irán bien para las heridas.
Los amigos se miraron y asintieron. Cuando se marchaban los dos
murmuraban. – que plantas son? tu las conoces?- se marcharon de la estancia.
Automáticamente de un salto entró de un lado de la ventana Ría. Estaba acalorada,
el sudor le caía por su frente, haciendo que su pelo de color amarillo como el
sol se tornara más oscuro. –creía que no aguantaría mas – cogió un trapo y se
seco el sudor.
-
Tuve que salir rápido de la habitación cuando
escuche a tus compañeros en la puerta. No hacían más que discutir quien hablaría.
Como te encuentras? – mientras, se quitaba el chaleco y la camisa, dejando al
descubierto sus pecho mojados.
La cara de Mertián era un poema, la chica se estaba desnudando delante
suyo sin importarle. Con tartamudeo respondió.
-
Si…. Si… (ejem). Mejor, me encuentro mejor. – el
pulso se le acelero, no era la primera vez que veía unos senos, pero aquellos
le dejaron atónito.
-
Puedo cogerte una camisa? – cuando le miro, se
echo a reír. – no me digas que es la primera vez que ves esto? – se señalo. –
se puede mirar pero no tocar. – haciendo gestos de negación con la mano y en
tono jocoso.
-
Claro… claro… - No le estaba prestando atención.
-Coge una camisa de la cómoda.
Fue hasta ella y cogió la primera que vio. – Bueno, esto ya está tapado,
ahora puedes tranquilizarte. Ya sabemos que paso, en cuanto a ese tema, lo
dejaremos de lado, seria causar más problemas a los que ya tenemos. Te contare
lo que está sucediendo mientras vamos al lugar de reunión.
-
Qué reunión?
-
Con la medicación que te aplico ayer Min sol tendrías
que ser capaz de andar sin problemas. Ponte esto. – le entrego una pulsera de
cuero como la que llevaba ella. – El libro está bien escondido?
-
Sí, pero que reunión, que está pasando y porque
no puedo vengarme de lo que me hicieron.
-
Tendrás tu respuesta cuando llegamos allí, no te
olvides de coger tu anillo. Vístete, te espero fuera. – Se puso el chaleco y salió
por la puerta cerrándola tras de ella.
No entendía nada de lo que sucedía pero se vistió, cogió el anillo y
renqueante salió por la puerta donde le esperaba. Caminaron por la ciudad. - Recuerdas
lo que te conté la otra noche?- asintió. – Alguien quiere robarle el poder al
rey y se están empezando a movilizar. El grupo al que pertenezco se encarga de
la protección de ese poder, no del rey sino de los libros y su contenido. Desde
hoy que te he entregado la pulsera, tu también perteneces a los Bahat.
Llegaron al extremo de la capital a un edificio incrustado en el muro exterior,
la casa estaba completamente pegada a la pared. Dos plantas y sin ventanas en
la parte superior. – Dentro seguiremos. Haz lo mismo que haga yo.
Ya en el acceso había dos
hombres sentados junto a ella. Ría se acerco, junto las manos y luego se toco
la pulsera. El tipo asintió y le entregó una llave. Mertián hizo lo mismo y le
asintieron. Al entrar, les recibió una sala muy pequeña sin ventanas, una silla a cada lado, una puerta frente a sus
ojos y el espacio de una ventanilla a un lado de la puerta, con una chica que servía
de recepción era lo único que contenía. Ría miro a la joven, le hizo de nuevo
el gesto y desapareció de la ventanilla, al instante se abrió la puerta y salió
de ella. Bienvenida, dijo amablemente. Los dos entraron y Mertián se asombro.
FINAL TERCER Y CUARTO CAPITULO.
PROXIMAMENTE CAPITULOS 5 y 6 COMPLETOS (espero)
NO OLVIDEIS COMENTAR Y RECOMENDAR LO, ASÍ PODREMOS SEGUIR ESCRIBIENDO.
1º Capitulo.
2º Capitulo.
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Y PARA LOS AMANTES DE LOS JUEGOS. NUEVO BLOC.
La llave sin dueño por Adrian Vera Aguilera se encuentra bajo una Licencia Creative Commons Atribución-NoComercial-SinDerivadas 3.0 Unported. Basada en una obra en http://lallavesin.blogspot.com.es/.
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